lunes, octubre 24, 2005

ESCRIBIR ES PARTE DEL TIEMPO DE OCIO

Actualmente son pocos los que pulsan las teclas para regalar literatura al mundo, la inmediatez -y la flojera de leer- hacen que pocos ocupen su ocio en escribir cosas interesantes para ofrecerlas al mundo. Por tanto ofreceremos unos cuantos relatos, sólo para conocedores.


EL ENCUENTRO


Habian pasado siete largos años de no verse y esta noche era el encuentro. Se observó lentamente en el espejo y le preguntó a su esposa cómo estaba.

-Normal- le dijo.

Volvió a acomodarse el saco, se echó perfume y se anudó la corbata.Sonriendo le dio un beso en la frente a su mujer, ella también se veía muy formal dentro de su vestido rojo.
la noche se mostraba propicia, condujo sin prisa y de repente tuvo una ligera sensación de nervios y miedo, antes de llegar a su destino.

-¿Y si no vamos?- le preguntó a su mujer
-¡Ay, no seas pesado! La iglesia esta dos cuadras más abajo-le contestó dándole una palmadita en el brazo. Pero no lo tranquilizó, siguió conduciendo, imaginando a su enemigo.

Cuando arribaron ya todos los invitados estaban reunidos en las afueras e iba a comenzar la ceremonia. Saludó a varios y se acomodó en la banca junto a su señora para escuchar la misa de boda. Observó milímetro a milímetro el lugar. No estaba.

Al parecer no pensaba asistir. ¡Por supuesto! -se dijo- sabe respetar el terreno, yo he venido acompañado de mi esposa, y no se iba a armar una escena patética, además es la boda de una amiga en común, no le iba a arruinar la noche. Respiró aliviado, se desabrochó el terno, le dio la mano a su mujer, se sintió bonachón.

Los novios se dijeron sí, la banda comenzó a tocar y pasaron junto a ellos, el arroz volaba por sobre sus cabezas para aterrizar en las cabezas de ellos.¡Ah, la felicidad! -¡Vamos, vamos- ordenó la madre de la novia- vamos hacia los salones!

Se formó una fila enorme de invitados casi instantáneamente, todos querían saludar a los recién casados. Un mozo se le acercó con bocaditos, otro con champaña.
-Sírvase señor- haciendo una pequeña reverencia y dirigiendose a su esposa - señora...
Delicioso. ¡Más champagne!...más bocaditos. ¡Sí esto era sólo la recepción cómo sería la velada en la casa de la novia!

-No tomes mucho amor- le dijo su esposa, mientras lo obligaba a formar cola.

Siete años de tampoco ver a la novia. Ella había emigrado a Bélgica y ahí había encontrado a su galán. Seguro cuando se vieran frente a frente de nuevo, se abrazarían por los viejos tiempos, recordarían brevemente las anécdotas del trabajo, le presentaría al novio y le haría una pequeña broma, y seguramente se abrazaría con el belga también. De igual modo se comportarían con su esposa, por que al final todos trabajaron juntos y todos eran amigos. Luego irían a la recepción privada, tomarían, bailarían, comerían del buffet, y todo...por los viejos tiempos.

¡Caramba! Que la cola no avanza, habrán como cien invitados -pensó- pero ya falta poco. Es más, ya casi se distinguen los recién casados. La novia esta muy sonriente, toda vestida de blanco, el novio no está mal, se le ve muy joven. Hacen linda pareja.
Los familiares están contentísimos. Le dan la mano efusivamente a gente que nunca han visto en su vida, personajes importantes que trabajan en el Congreso, en los canales de televisión, en los periódicos, algunos en la farándula...al parecer Giulianita –la novia- había cultivado las amistades más variopintas durante su juventud.

-¿Y acaso yo no soy importante?- se pregunta en voz ligeramente alta
-¿Qué amor?- le dice su mujer.
-Nada, bebe- le dice- nada.

Él se ríe, el champagne esta haciendo efecto, repara en los adornos de flores blancas como enredaderas trepando dinteles. Ya faltan cinco personas para llegar. Esto en el fondo le recuerda a su boda y se siente conmovido.

-Mira bebita- le dice a su esposa señalando la entrada- nosotros hicimos unos arreglos parecidos en la puerta principal ¿recuerdas?
Su esposa lo mira preocupada. Él repara en lo que apunta el final de su dedo índice...¡y ahí estaba! La sombra de su pasado mirándolos divertidamente, con una sonrisita triunfal dirigida hacia ellos dos.

Siete años ya, y sintió las mismas cosquillas en el estómago, el punzón helado entre el corazón y la espalda, el urgente deseo de salir corriendo de ahí y estar a salvo de su mirada. De su sola presencia.

Estaba irreconocible, con el color de sus ojos verdes resaltando por sobre su piel tostada, seguramente en un solarium. Entró caminando como un gato, contorneando sin prisa la cintura . Su mujer le tiró de una manga
-¡Avanza! - casi le ordenó, a fin de cortar el contacto visual con aquella persona- ¡nos toca!.
Entonces se tropezó con algún objeto invisible, trastabilló, y ya iba a caer hacia delante, si la recién llegada no lo hubiera detenido en el aire.
-Hola David; le dijo, mirándolo fijamente a los ojos, para irse de pronto a formar cola.

Su mujer lo miró consternada, pero sólo atinó a sonreir fingidamente, y antes que se pudiera reponer de la sorpresa, se vió entre los belgas que le extendían la mano y lo saludaban.
-David Suárez y su esposa Karina -presentó la novia. ¡Aah ya!, le decían los familiares.
- Felicidades- contestaron ambos- un besito en el cachete, tres apretones más de manos y ya estaban fuera. Asi de fácil, así de rápido. De repente sabía que debían irse a casa.

Mientras tanto, el enemigo, seguía formando cola, atrayendo casi todas las miradas masculinas, y es que lucia un peinado bastante sofisticado y esa piel morena, contrastando con los ojos verdes y el vestido de gasa rosa anudado en el cuello, cayendo sobre esos hombros....que.....que una vez fueron suyos, con esos brazos que alguna vez lo abrazaban , con ésa boca que siempre lo besaba, con esos comentarios suyos tan peculiares.¡Qué ganas de hablarle! De decirle que estaba hermosa, que nunca la había podido olvidar, de reclamarle su posición de madre soltera, de preguntarle el por qué no lo había esperado.

Y la vio avanzar rápidamente, saludar efusivamente a todos los familiares, felicitándolos. Vió a la novia ahogar un grito de emoción por reencontrarse con una vieja amiga, el novio también la abrazó- seguro se conocían- los otros familiares no le soltaban los brazos, le hacían señas para que no se vaya, que ésa noche tan especial, debían de pasarla todos juntos, antes que volvieran a Bélgica.

-¡Vamonos!-le dijo su mujer- me excusaré ante la novia. No creo que quieras asistir a un a reunión con ésa.

Tomó otra copa de champagne, y siguió observando a su enemiga, y se percató que la gran mayoría del salón la saludaban, varios la abrazaban y ella simplemente sonreía. Al fondo, su mujer se despedía de los novios. Entonces se abotonó el terno y solo cuando su esposa le buscó el brazo, salieron juntos a la calle.

Bajo la penumbra de la noche, las ramas de los árboles se proyectaban hacia ellos.

-¡Te comportaste como un tonto!- le recriminó su mujer- la miraste todo el tiempo.
-Te dije que no viniéramos- respondió él.

Se callaron y subieron al auto, ya todos se retiraban. Al sentarse, el penetrante olor a fresa del ambientador les llenó los pulmones.

-¿Aún sientes algo por ella?- le preguntó su mujer con tono de resignación.

Él no contestó, pero hizo un gesto de indiferencia, e inmediatamente encendió el motor. Entonces una mano tocó el vidrio.¡Era ella!

-Increíble-dijo su mujer a regañadientes-mira a la puta ésta, ¡ya verá!- bajando el vidrio histéricamente; pero antes que pudiera articular palabra, le hizo entrega de unos recuerdos de boda.

-De parte de la novia- les dijo sonriendo, para retirarse inmediatamente.

Los novios también abandonaban la iglesia en su limousina. Vieron alejarse a su enemiga hacia un auto nuevo y dorado. Le dio un toque a su llavero para desconectar la alarma y subió en él, desapareciendo en la noche.

Su esposa le enseño los muñequitos que le habían sido entregados.
-Por un momento creí que no me iba a controlar- le dijo casi suspirando- mientras escogía a quien simbolizaba a la novia y dándole a él un supuesto novio. Él observó el recuerdo notándo algo extraño, pero se calló y lo metió en su bolsillo.
Condujo a casa sin prisa , esperó a que su mujer se durmiera y ya a solas pudo leer el pergamino que llevaba el pequeño muñeco.

“Aunque tú me odies, yo aún te amo” -decía con hermosa caligrafia.

Y sintió que se le erizaban los pelos, que renacía una vieja herida, entre el corazón y su alma, se tocó el tatuaje que siempre llevaba consigo y que se lo hizo por ella, notando que afloraban las lágrimas de un pasado que aún hoy confirmaba sus esperanzas. Entonces, sintió un enorme dolor en el pecho que lo hizo doblarse en dos, y recién cayó en cuenta - estando solo en ésa enorme sala y antes de caer de bruces- que el enemigo le había derrotado, esta vez, para siempre.”
G.F. Lima, 30 de marzo del 2005





URBI ET ORBI

Tengo sueño. Pero he logrado abrir mis ojos. Por un instante los oigo cuchichear, susurrándome en tonos altos órdenes que recuerdo vagamente.

-Sí, sí-digo.

Todo me lo alcanzan, ya no puedo ver bien, la luz es como una cortina tenue de neblina dispersa por entre las paredes. Los pisos de mármol lustrados, las estatuas, las alfombras, los ventanales. Sueño.
Me hablan.

-Sí, sí- digo.

Escucho sus palabras pero quedan varadas en el tiempo, observo borrosamente sus cuerpos, ordenando todo, arreglándome, pidieron un poco de cooperación de mi parte. ¿Y la comida? ¿Desayuné o no?

-¿Qué hora es?-pregunto-¿Qué hora es?-repito.

Nadie me oye, mi voz es débil, pero uno de mis ayudantes al parecer sí me ha oído y me dice:

-Once.

Quiero decirle que tengo hambre, pero él se me adelanta y me ofrece un jugo con una pajita. Cierro los ojos en señal de asentimiento. Se siente una atmósfera rara hoy día, no me han dejado descansar normalmente, me han sacado de la cama, me han vestido y me han colocado en la silla de ruedas eléctrica que es el último adelanto de la tecnología. Bebo el último sorbo del vaso; y dos amigos, cuyo nombre no recuerdo, me preguntan seriamente si estoy listo, que hoy es domingo de resurrección , y que tengo que dar la bendición a los feligreses.

-Sí, sí-digo.

Y me llevan como en una película por entre los lustrosos pasadizos llenos de cuadros, adornados con estatuas, los tapices y al final de todo eso, los ventanales.Se escucha el rugir pausado de la multitud, esperando a alguien.

Se abren los ventanales y la luz verdadera me hace cerrar los ojos, siento que todo se desvanece a blanco, como una nube....silencio...hmmmm, susurran que es domingo de pascua por mis espaldas...sí, ¿es domingo de pascua? ¡Es necesario hacer la bendición!; alzaré la mano y lo diré, siento un poco de frío en este balcón y la plaza está tan llena.

El muchacho me alcanza el micrófono-sí, creo que es el mismo del jugo-¡Urbi et orbi!-grito-¡Urbi et orbi!- vuelvo a decir- seguro que con el micrófono se escucha.

Pero el silencio invade a los parlantes y mi respiración jadeante apaga todos los decibeles. El muchacho ve mi impotencia y rápidamente retira el aparato. La impotencia se apodera de mí, ¿esto era la vejez, señor? -le pregunto al altísimo -¿Acaso ser exhibido y sin nada que aportar?

Los murmullos de los fieles no se hacen esperar, pero sé que aún no estoy derrotado, asi que daré mi bendición en silencio, alzaré mis brazos y haré el gesto, siento que aún puedo trasmitirles un poco de fe a estas personas. ¡Lo he logrado!¡Alzé una mano!
Fotos.
Flashes.
Las luces me deslumbran y pierdo el equilibrio, me siento un poco mareado. Mis amigos inmediatamente me acuden y me repiten si estoy bien.

-Si, si- digo.

Rápidamente accionan la silla de ruedas y como en una visión de rebobinado veo que se cierran los ventanales, que pasan los tapices, las estatuas, los cuadros, el enorme pasadizo lustroso y finalmente llego a mi cuarto. Entonces, me desvisten y me echan en mi cama que está fria como la de un hospital.

¡Amigos!- trato de decirles con mi mirada - ¡necesito hablar, necesito hablarles ! Pero escucho que estoy delicado, que estoy sufriendo. Asi que me inyectan algo, siento sopor y ahora solamente tengo sueño...

G.F Lima, 01 de abril 2005